lunes, 19 de marzo de 2012

Transformaciones


La historia que voy a relatar es totalmente verídica. Los hechos ocurrieron en lugar y tiempo determinados aunque remotos. El autor fue Director del Centro de Investigaciones del Poder Judicial.  
   
Su condición natural lo habrían conducido a un sobrio y digno ejercicio como sastre del pueblo; el disloque laboral y sus enervantes exigencias figuraron poco a poco una facha de salchichero, perdido en el tira y afloja de las inclinaciones naturales, esfuerzos laborales e intemperantes insatisfacciones corporales forjaron un espíritu de tahúr. Eso era o es esencialmente. Formalmente fue profesor de escuela primaria y tal vez allí adquirió la facha de peluquero. Luego, cuando la dictadura velazquista se hizo Juez de Tierras, que eran algo así como los ejecutores de los mandatos e imposiciones de los militares cuando decidieron confiscar las tierras. Aprendió -como muchos otros- en la arbitrariedad, los beneficios de la obediencia y las ventajas de la obsecuencia que conduce al éxito.. Instaló su guarida en el Palacio de Justicia. ¿Como llegó allí? ¿Qué caminos, qué vueltas o revueltas lo condujeron hasta ese lugar?, ¿Lo soñó alguna vez? Probablemente no. La democracia, el azar, el desorden, el instinto de sobrevivencia, la capacidad de sumergirse y flotar, la necesidad y la miseria que hace taimado y retrechero al hombre menos favorecido. ¿Sabía para qué estaba allí?. Estoy seguro que no. La habitación era amplia, con grandes ventanas hacia los pasillos, pero permanecían cerradas. La luz eléctrica llenaba de sombras y penumbras el ambiente. Al fondo se podía distinguir un juego de confortables de cuero negro. Un amplio escritorio al otro lado. Un estante con pocos libros. Afuera estaba la luz, el ajetreo de litigantes y abogados, el bullicio de las audiencias públicas, los pregones, el ir y venir de apresurados ujieres, portapliegos. Adentro el silencio de caverna, la inmovilidad del aire, el sonido amortiguado de los pasos en la obscura alfombra. Si un palacio es ocupado por una bola de cebo, entonces no es un palacio sino una salchichería. Si la bola de cebo es además un rapazuelo, entonces el palacio es una guarida. Ingrese en la salchichería, que en pocos minutos se transformó en una guarida. La verdad es que fui a una sastrería de pueblo. Y como es natural me encontré con un sastre laborioso, cuidadoso de cada puntada, atento a los detalles, ufano de sus obrar, atento y afanoso, como debe ser todo sastre de pueblo sea cual sea el lugar en que los caprichos de la vida lo pongan, así conocí a Bola de Cebo, -ese es el apelativo real y verdadero-...Lo cierto es que Bola de Cebo, obscuro, taimado y servicial, logró ser elegido Presidente del Poder Judicial... y  se enamoró apasionada y perdidamente de los fondos provenientes de los prestamos entregados al Poder Judicial  por el Banco Mundial y el Fondo Interamericano de Desarrollo ascendentes a 30 millones de dólares. Presintió la dicha. Sintió latir en el humilde pecho los favorables designios del propicio destino y laboró  con meticulosa dedicación para apropiarse de tanto como pudo de esos fondos. Lo vi ajetreado, ansioso, solemne, severo, parco, silencioso, decidido, pero siempre firme en pos de ese único propósito. Bola de cebo ha muerto de jubilación, cesantía o retiro. Bola de cebo tal vez sentado en una mecedora de madera  detrás del vidrio de alguna ventana de algún lejano lugar y allí no podrá dejar de ser el mismo. Revisará cuidadosamente la escondidas cuentas de las cuales algún otro rapazuelo tomará parte para sí. 





   


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